Cinco minutos
-¿Qué son cinco minutos, papá?, pregunta una niña de unos seis años en la sala de espera del oftalmólogo. Le han aplicado unas gotas en los ojos. Es abierta, curiosa, va y viene por el pasillo desde la sala hasta la puerta de entrada. Me imagino que ésa ha sido la respuesta que le ha dado la enfermera a su pregunta sobre cuánto tiempo tiene que esperar.
-Cinco minutos es casi nada- le contesta su padre.
Cinco minutos pueden parecer una eternidad cuando te embarga el dolor, o cuando estás a la espera de una palabra esperanzadora que alivie el peso que soportas sobre tus hombros. Y, sin embargo… cinco minutos son poco menos que un suspiro cuando se trata del disfrute de un placer, todavía menos que eso si son los últimos para gozar de la presencia de la persona amada. ¿Quién ha dicho que el reloj es el instrumento preciso para medir el tiempo? Parece que sus mecanismos internos tuviesen vida propia para estirar o encoger ladinamente a su capricho esta misteriosa magnitud.
-Cinco minutos es casi nada- le contesta su padre.
Cinco minutos pueden parecer una eternidad cuando te embarga el dolor, o cuando estás a la espera de una palabra esperanzadora que alivie el peso que soportas sobre tus hombros. Y, sin embargo… cinco minutos son poco menos que un suspiro cuando se trata del disfrute de un placer, todavía menos que eso si son los últimos para gozar de la presencia de la persona amada. ¿Quién ha dicho que el reloj es el instrumento preciso para medir el tiempo? Parece que sus mecanismos internos tuviesen vida propia para estirar o encoger ladinamente a su capricho esta misteriosa magnitud.
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